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Preparación Personal para Predicar


Preparación Personal para Predicar


Al hablar de la preparación personal para predicar me estoy dirigiendo al aspecto espiritual de la vida del predicador. Sin embargo deseo evitar una falta de balance en la presentación por medio de reconocer que como predicadores laboramos con toda nuestra humanidad y no meramente con nuestras almas o espíritus. El estado físico, emocional, familiar, congregacional, etc., del predicador efectivamente afectará su predicación. Pero, como este tema se trata mejor en el área de teología pastoral, sólo nos limitaremos al aspecto de la vida espiritual del predicador. Que debemos considerar este tema debe ser evidente de, por lo menos, dos textos claves: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.” (Hch 20:28) “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.” (1 Tim 4:16) No vamos a tomar el tiempo de examinar los diversos contextos de esos dos versículos, sólo quiero enfatizar el mandato apostólico que viene a nosotros como ministros del evangelio en referencia al cuidado espiritual de nosotros mismos. En Hch 20:28 el apóstol manda a los ancianos de la iglesia en Éfeso con estas solemnes palabras: “mirad por vosotros [LBA Tened cuidado de vosotros prose,cete ou=n e`autoi/j].” El término clave (prose,cete verbo imperativo presente activo 2 persona plural de prose,cw) significa aquí estar en un estado de alerta, estar preocupado por, tomar cuidado de, y el apóstol manda a los ancianos de la iglesia que hagan esto consigo mismos y de la misma manera en que deben hacerlo del resto de la iglesia y por las mismas razones. Su oficio de supervisor (evpisko,pouj) y su labor de pastoreo (poimai,nein) como ancianos (presbute,rouj) de la iglesia debe comenzar por sí mismos. En 1 Tim 4:16 el mismo apóstol igualmente manda a su hijo espiritual Timoteo (emisario apostólico, misionero, pastor de la iglesia en Efeso e instructor de pastores) a que haga lo mismo: “Ten cuidado de ti mismo [e;pece seautw/].” Este término que Pablo usa significa aquí el concentrarse mentalmente, observar especialmente y el objeto al cual Pablo quiere que Timoteo Se concentre es su propia persona (seautw), aun antes de su enseñanza (doctrina), Timoteo debe cuidar de su propia alma. Estos dos textos nos dan suficiente base para dirigirnos a este tema. Pero, ¿Qué medios hemos de usar para cuidar de nuestra propia alma? Exactamente los mismos medios que predicamos a nuestra congregación al exhortarles a cuidar sus almas. Hay dos medios, por excelencia, en los cuales debemos obtener maestría: la oración y la Palabra. La labor pastoral en la cual se hallaron los apóstoles al principio de la iglesia cristiana se vio interrumpida por una necesidad legítima, pero ellos no permitieron que tal urgencia les apartara de sus labores, y si podemos argumentar que ellos mismos harían lo que exhortaban al resto de la iglesia, entonces podemos concluir que el dictamen apostólico nos lleva al ejercicio espiritual de la oración y la lectura y meditación de la Palabra: “En aquellos días, como creciera el número de los discípulos, hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que las viudas de aquéllos eran desatendidas en la distribución diaria. Entonces los doce convocaron a la multitud de los discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios, para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la palabra. Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos.” (Hch 6:1-6) El anciano apóstol, ya pronto a morir, persevera en estas cosas y súplica a Timoteo que le traiga dos cosas: “Trae, cuando vengas, el capote que dejé en Troas en casa de Carpo, y los libros, mayormente los pergaminos.” (2 Tim 4:13). Los comentaristas son casi unánimes que el apóstol estaba pidiendo copias de los libros de la Biblia. Tuvo cuidado de su salud física pero igualmente tiene cuidado de su salud espiritual. ¿Por qué? Por el mismo interés que demuestra en 1 Cor 9, “Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos. Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él. ¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado.” (vs. 22-27) La preparación personal del predicador entonces será: 1. 1. En ferviente oración. 2. 2. En consistente meditación de la Escritura. 3. 3. En peculiar cuidado de vivir lo que predica. 4. 4. En escrupulosa conducta ejemplar, a la iglesia y a los de afuera. Como ministros del evangelio tenemos varios enemigos, que sin tregua alguna buscarán estorbarnos en nuestra carrera: 2. 1. Nuestra propia carne (pecado remanente, Rom 7:7-25). 3. 2. Nuestro archienemigo el diablo. 4. 3. El mundo secular con todas sus tentaciones. 5. 4. El mundo religioso con todas sus presiones e influencias. 1. 5. La iglesia en su falta de apreciación y atención. 2. 6. Nuestra propia familia en sus demandas. Es por eso que debemos conscientemente poner aparte tiempo para nuestra propia nutrición espiritual, ser consistentes (flexibles pero no perezosos) y administrar bien nuestro tiempo y el de nuestra familia. A manera de motivación consideremos dos cosas más. Primera, la terrible probabilidad de un ministro inconverso: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” (Mat 7:21-23) Segunda, la intima relación entre nuestra espiritualidad y la espiritualidad de nuestro ministerio: “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Tim 3:14-17) “Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros para usos viles. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra.” (2 Tim 2:20, 21) No es posible cubrir cada aspecto de este tema, y realmente se toca en Teología Pastoral, pero sólo permítanme un consejo múltiple: Mediten continuamente en las Cartas Pastorales, pónganse a sí mismos bajo cuidado pastoral y busquen estar siempre bajo la instrucción de la Palabra por parte de comprobados predicadores. Se requiere de mucha humildad reconocer que somos meros sirvientes de la iglesia, el nombre de anciano, obispo o pastor no es un título sino una sagrada vocación. El orgullo ministerial ha sido el asesino de no pocos ministros. Consejos Diversos (Preparación y Biblioteca Ministerial) Primer Consejo Estas lecturas buscan resumir la enseñanza de varios maestros sobre los temas implicados (hermenéutica, exégesis y homilética), aquellos principios que sean claramente bíblicos deben ser aceptados y usados. Sin embargo, es siempre a la Biblia a donde debemos ir para todo lo que sea de doctrina y práctica, inclusive en el ministerio de la Palabra. Por lo tanto, si en algo he fallado en resumir correcta y fielmente, la falta es mía y no de los autores usados para formar estas lecturas. Si queremos progresar en nuestra capacidad, habilidad y labor, debemos hacer uso de los dones que Cristo ha dado a Su Iglesia, por eso, siempre debemos estar leyendo, preparándonos y escuchando a guías fieles. Segundo Consejo En cada paso de la exégesis y exposición contamos cada vez con más herramientas de trabajo, desde libros hasta programas de computadora y fuentes en el Internet. El predicador debe buscar hacer su propia exégesis antes de escudriñar otras fuentes, es decir, hasta que la labor de exégesis del texto este completa, usemos comentarios, sermones impresos y cualquier otra fuente de complementación. Esas herramientas nos servirán para (1) enseñarnos algo que nosotros mismos no vimos y (2) corregirnos donde nos extraviamos en la exégesis del texto. Tercer Consejo Como predicadores y pastores debemos esforzarnos por servir mejor al Señor y a la Iglesia, por lo tanto: 2. (1) Aprovecharemos toda preparación posible – en esta área aprender Hebreo, Griego e Inglés son de suprema ayuda. 3. (2) Obtendremos, prudente y sabiamente, aquellos libros que más nos ayudarán en nuestras labores: 1. a. Libros de ayuda en los idiomas 2. b. Diccionarios y Léxicos 3. c. Concordancias 4. d. Varias versiones y ediciones de la Biblia 5. e. Atlas y libros de contexto histórico y geográfico 6. f. Enciclopedias y diccionarios teológicos 7. g. Comentarios 8. h. Tratados por los Reformadores y Puritanos 9. i. Libros contemporáneos de autores confiables sobre los temas de Exégesis, Hermenéutica y Homilética 10. j. Teologías Bíblicas y Sistemáticas 4. (3) Nos someteremos a rigurosa crítica constructiva de aquellos que nos aman lo suficiente como para corregirnos. 5. (4) Buscaremos ponernos bajo el ministerio de hombres ejemplares con respecto a la predicación. 6. (5) Aprovecharemos toda oportunidad de ser instruidos en la labor pastoral por otros pastores, especialmente aquellos que van más delante de nosotros en su peregrinaje espiritual y que el Señor ha concedido mayores dones y experiencia. 7. (6) Seremos sumisos a la voluntad de la iglesia: quizá pensemos que tenemos los dones, pero las gracias están ausentes, quizá sintamos el llamado, pero el Señor no lo ha declarado así a la congregación, quizá aun tengamos preparación y don retórico pero nuestra vocación no es la pastoral. Nunca debemos adelantarnos a la voluntad providencial del Señor: si somos llamados, Él nos concederá los dones y gracias, Él avivará ese deseo en nosotros, Él lo declarará a Su iglesia y Él proveerá providencialmente la oportunidad. 8. (7) “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.” 2 Tim 2:15 Ad maioren Dei Gloria et Bonum ho minis